La administración en salud, componente de desarrollo de la salud pública
La salud pública como esfuerzo organizado de la sociedad y el estado por la salud, bienestar y la calidad de vida trasciende a los servicios de salud, razón por lo cual se hacen más complejos los procesos de conducción. Por lo tanto, se requiere dirigir con fundamentos científicos, con claridad de que la gerencia en salud o administración en salud es ciencia, además de técnica y arte y, sumado al nivel de integración externa del sector de la salud con otros sectores, es necesario considerar a la Intersectorialidad, componente político y tecnológico de la gerencia imprescindible para dar respuesta de solución a la determinación social de la salud.
El interpretar la importancia de la conducción de los sistemas de salud no ha sido fácil en el transitar de la historia, incluso se ha considerado a veces que la insostenibilidad de buenos sistemas de salud, o la imposibilidad de otros para alcanzar resultados de excelencia ha sido solo por carecer del dinero suficiente. La pregunta básica debiera estar orientada a explicarnos, qué estamos haciendo con el que tenemos pues no se trata de producir salud al precio que sea; lo que se requiere es hacer la mayor y mejor salud posible con los recursos que están a nuestra disposición. Esa correspondencia del saber hacer con los recursos disponibles requiere del dominio de la administración en salud.
Para que los sistemas de salud sean en realidad una inversión y no un gasto, es necesario resolver numerosos problemas de estrategias, organización, procesos, competencias profesionales, toma de decisiones, descentralización, capacidad de cambio y liderazgo, sin los cuales seguiremos apareciendo como los grandes gastadores y esa no es la idea. La razón de ser de la gerencia en salud es lograr crecer en calidad y oportunidad de hacer más y mejor salud empleando la menor cantidad de recursos posibles, para lo cual se dispone de los instrumentos y las tecnologías de cómo hacerlo. Si no se parte de esta concepción, cualquier sistema, por muy bueno que sea, corre el riesgo de perder sostenibilidad.
Dr. Pastor Castell-Florit Serrate. Rev.Cubana Salud Pública, v.43 n., ene.-mar. 2017
“La pregunta básica debiera estar orientada a explicarnos…” (segundo párrafo). La expresión: “debiera estar (orientada)” podría sustituirse en el texto, sin alterar el sentido del mismo, por:
1) debiera de estar
2) debería estar
3) tuviera de estar
4) tendría que estar
5) habría de estar
Son correctas:
La COVID-19 y las oportunidades de cooperación internacional en salud
El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la enfermedad COVID-19, causada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, como una pandemia. La pandemia ha demostrado ser un problema que puede impactar profundamente la economía global: se han evaporado trillones de dólares de las bolsas de valores de todo el mundo, antes de que cerraran sus puertas para evitar el colapso absoluto, sea porque sus operadores cayesen enfermos, sea por la caída de sus activos financieros; millones de personas perdieron sus empleos, por lo menos temporalmente, y otros tantos trabajadores informales, excluidos de los esquemas de protección social, fueron abocados -por gobiernos omisos- a una trágica elección: o salen de sus casas para ganar el pan y se exponen al virus, o se quedan en el aislamiento social y mueren de hambre.
Los gobiernos tuvieron que abrir sus arcas y gastar en servicios de salud, en ayuda económica a las empresas y a los trabajadores o ver deteriorarse todavía más la situación social y sanitaria. El G20 prometió inyectar USD 4,8 trillones en la economía global; los Estados Unidos destinaron USD 2,3 trillones para estímulos a la economía nacional, pero no ha invertido nada para la ayuda internacional o para la salud global, en la cual el país ya ha sido uno de los campeones; en Brasil, los números anunciados por el gobierno federal son imprecisos, pero desde hace mucho un Sistema Único de Salud (SUS) desguazado tiene que lidiar con un perfil complejo de problemas de salud, la mayoría de ellos determinado o condicionado por la inmensa desigualdad socioeconómica vigente.
Entre 2008 y 2019, América del Sur fue un ejemplo de cooperación en salud, durante la existencia de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). Integrado por los 12 Ministros de Salud de la región, el Consejo de Salud Sudamericano dirigió una acción colectiva de los países frente a la pandemia de influenza de H1N1, a las epidemias de dengue y organizó acciones comunes contra otras enfermedades transmisibles emergentes y reemergentes, apoyado por los Jefes de Estado e implementado por centenas de técnicos de los ministerios y sistemas de salud de los Estados miembros. La implosión de UNASUR, o sea, el rechazo al multilateralismo regional, liquidó este mecanismo estable que funcionó formalmente durante cerca de diez años en la región.
Restaurar estos mecanismos políticos y técnicos es fundamental para el enfrentamiento a la epidemia del nuevo coronavirus, así como para los nuevos desafíos de salud de interés internacional, pues simplemente cerrar fronteras no es la solución. Sudamérica tiene cerca de 48 fronteras a lo largo de 17 mil kilómetros. La vida cotidiana de la población de las áreas fronterizas siempre transcurrió con beneficios mutuos e intensa cooperación para enfrentar conjuntamente problemas comunes. En un escenario de mayor vulnerabilidad, donde las enfermedades van más allá de las fronteras nacionales de los países, globalizándose los riesgos para la salud, el nivel subregional, vinculado a iniciativas de integración, presenta grandes oportunidades para la cooperación en salud.
Adaptado de Pablo Marchiori Buss; Sebastián Tobar Cadernos de Saúde Pública, 36(4), 22 de abril de 2020
Según el texto, en América del Sur, un adecuado enfrentamiento a la pandemia provocada por la COVID-19, consistiría en:
La COVID-19 y las oportunidades de cooperación internacional en salud
El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la enfermedad COVID-19, causada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, como una pandemia. La pandemia ha demostrado ser un problema que puede impactar profundamente la economía global: se han evaporado trillones de dólares de las bolsas de valores de todo el mundo, antes de que cerraran sus puertas para evitar el colapso absoluto, sea porque sus operadores cayesen enfermos, sea por la caída de sus activos financieros; millones de personas perdieron sus empleos, por lo menos temporalmente, y otros tantos trabajadores informales, excluidos de los esquemas de protección social, fueron abocados -por gobiernos omisos- a una trágica elección: o salen de sus casas para ganar el pan y se exponen al virus, o se quedan en el aislamiento social y mueren de hambre.
Los gobiernos tuvieron que abrir sus arcas y gastar en servicios de salud, en ayuda económica a las empresas y a los trabajadores o ver deteriorarse todavía más la situación social y sanitaria. El G20 prometió inyectar USD 4,8 trillones en la economía global; los Estados Unidos destinaron USD 2,3 trillones para estímulos a la economía nacional, pero no ha invertido nada para la ayuda internacional o para la salud global, en la cual el país ya ha sido uno de los campeones; en Brasil, los números anunciados por el gobierno federal son imprecisos, pero desde hace mucho un Sistema Único de Salud (SUS) desguazado tiene que lidiar con un perfil complejo de problemas de salud, la mayoría de ellos determinado o condicionado por la inmensa desigualdad socioeconómica vigente.
Entre 2008 y 2019, América del Sur fue un ejemplo de cooperación en salud, durante la existencia de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). Integrado por los 12 Ministros de Salud de la región, el Consejo de Salud Sudamericano dirigió una acción colectiva de los países frente a la pandemia de influenza de H1N1, a las epidemias de dengue y organizó acciones comunes contra otras enfermedades transmisibles emergentes y reemergentes, apoyado por los Jefes de Estado e implementado por centenas de técnicos de los ministerios y sistemas de salud de los Estados miembros. La implosión de UNASUR, o sea, el rechazo al multilateralismo regional, liquidó este mecanismo estable que funcionó formalmente durante cerca de diez años en la región.
Restaurar estos mecanismos políticos y técnicos es fundamental para el enfrentamiento a la epidemia del nuevo coronavirus, así como para los nuevos desafíos de salud de interés internacional, pues simplemente cerrar fronteras no es la solución. Sudamérica tiene cerca de 48 fronteras a lo largo de 17 mil kilómetros. La vida cotidiana de la población de las áreas fronterizas siempre transcurrió con beneficios mutuos e intensa cooperación para enfrentar conjuntamente problemas comunes. En un escenario de mayor vulnerabilidad, donde las enfermedades van más allá de las fronteras nacionales de los países, globalizándose los riesgos para la salud, el nivel subregional, vinculado a iniciativas de integración, presenta grandes oportunidades para la cooperación en salud.
Adaptado de Pablo Marchiori Buss; Sebastián Tobar Cadernos de Saúde Pública, 36(4), 22 de abril de 2020
A propósito de la implosión de UNASUR, es correcto afirmar que:
La COVID-19 y las oportunidades de cooperación internacional en salud
El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la enfermedad COVID-19, causada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, como una pandemia. La pandemia ha demostrado ser un problema que puede impactar profundamente la economía global: se han evaporado trillones de dólares de las bolsas de valores de todo el mundo, antes de que cerraran sus puertas para evitar el colapso absoluto, sea porque sus operadores cayesen enfermos, sea por la caída de sus activos financieros; millones de personas perdieron sus empleos, por lo menos temporalmente, y otros tantos trabajadores informales, excluidos de los esquemas de protección social, fueron abocados -por gobiernos omisos- a una trágica elección: o salen de sus casas para ganar el pan y se exponen al virus, o se quedan en el aislamiento social y mueren de hambre.
Los gobiernos tuvieron que abrir sus arcas y gastar en servicios de salud, en ayuda económica a las empresas y a los trabajadores o ver deteriorarse todavía más la situación social y sanitaria. El G20 prometió inyectar USD 4,8 trillones en la economía global; los Estados Unidos destinaron USD 2,3 trillones para estímulos a la economía nacional, pero no ha invertido nada para la ayuda internacional o para la salud global, en la cual el país ya ha sido uno de los campeones; en Brasil, los números anunciados por el gobierno federal son imprecisos, pero desde hace mucho un Sistema Único de Salud (SUS) desguazado tiene que lidiar con un perfil complejo de problemas de salud, la mayoría de ellos determinado o condicionado por la inmensa desigualdad socioeconómica vigente.
Entre 2008 y 2019, América del Sur fue un ejemplo de cooperación en salud, durante la existencia de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). Integrado por los 12 Ministros de Salud de la región, el Consejo de Salud Sudamericano dirigió una acción colectiva de los países frente a la pandemia de influenza de H1N1, a las epidemias de dengue y organizó acciones comunes contra otras enfermedades transmisibles emergentes y reemergentes, apoyado por los Jefes de Estado e implementado por centenas de técnicos de los ministerios y sistemas de salud de los Estados miembros. La implosión de UNASUR, o sea, el rechazo al multilateralismo regional, liquidó este mecanismo estable que funcionó formalmente durante cerca de diez años en la región.
Restaurar estos mecanismos políticos y técnicos es fundamental para el enfrentamiento a la epidemia del nuevo coronavirus, así como para los nuevos desafíos de salud de interés internacional, pues simplemente cerrar fronteras no es la solución. Sudamérica tiene cerca de 48 fronteras a lo largo de 17 mil kilómetros. La vida cotidiana de la población de las áreas fronterizas siempre transcurrió con beneficios mutuos e intensa cooperación para enfrentar conjuntamente problemas comunes. En un escenario de mayor vulnerabilidad, donde las enfermedades van más allá de las fronteras nacionales de los países, globalizándose los riesgos para la salud, el nivel subregional, vinculado a iniciativas de integración, presenta grandes oportunidades para la cooperación en salud.
Adaptado de Pablo Marchiori Buss; Sebastián Tobar Cadernos de Saúde Pública, 36(4), 22 de abril de 2020
Según el texto, a propósito del Sistema Único de Salud (SUS) en Brasil, en época de la pandemia COVID-19, está “desguazado”. En función del contexto en el que se inserta ese término, podría ser sustituido, sin cambiar el sentido del enunciado por:
1) derribado.
2) destruido.
3) derruido.
4) desorganizado.
5) demolido.
Son correctas:
La COVID-19 y las oportunidades de cooperación internacional en salud
El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la enfermedad COVID-19, causada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, como una pandemia. La pandemia ha demostrado ser un problema que puede impactar profundamente la economía global: se han evaporado trillones de dólares de las bolsas de valores de todo el mundo, antes de que cerraran sus puertas para evitar el colapso absoluto, sea porque sus operadores cayesen enfermos, sea por la caída de sus activos financieros; millones de personas perdieron sus empleos, por lo menos temporalmente, y otros tantos trabajadores informales, excluidos de los esquemas de protección social, fueron abocados -por gobiernos omisos- a una trágica elección: o salen de sus casas para ganar el pan y se exponen al virus, o se quedan en el aislamiento social y mueren de hambre.
Los gobiernos tuvieron que abrir sus arcas y gastar en servicios de salud, en ayuda económica a las empresas y a los trabajadores o ver deteriorarse todavía más la situación social y sanitaria. El G20 prometió inyectar USD 4,8 trillones en la economía global; los Estados Unidos destinaron USD 2,3 trillones para estímulos a la economía nacional, pero no ha invertido nada para la ayuda internacional o para la salud global, en la cual el país ya ha sido uno de los campeones; en Brasil, los números anunciados por el gobierno federal son imprecisos, pero desde hace mucho un Sistema Único de Salud (SUS) desguazado tiene que lidiar con un perfil complejo de problemas de salud, la mayoría de ellos determinado o condicionado por la inmensa desigualdad socioeconómica vigente.
Entre 2008 y 2019, América del Sur fue un ejemplo de cooperación en salud, durante la existencia de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). Integrado por los 12 Ministros de Salud de la región, el Consejo de Salud Sudamericano dirigió una acción colectiva de los países frente a la pandemia de influenza de H1N1, a las epidemias de dengue y organizó acciones comunes contra otras enfermedades transmisibles emergentes y reemergentes, apoyado por los Jefes de Estado e implementado por centenas de técnicos de los ministerios y sistemas de salud de los Estados miembros. La implosión de UNASUR, o sea, el rechazo al multilateralismo regional, liquidó este mecanismo estable que funcionó formalmente durante cerca de diez años en la región.
Restaurar estos mecanismos políticos y técnicos es fundamental para el enfrentamiento a la epidemia del nuevo coronavirus, así como para los nuevos desafíos de salud de interés internacional, pues simplemente cerrar fronteras no es la solución. Sudamérica tiene cerca de 48 fronteras a lo largo de 17 mil kilómetros. La vida cotidiana de la población de las áreas fronterizas siempre transcurrió con beneficios mutuos e intensa cooperación para enfrentar conjuntamente problemas comunes. En un escenario de mayor vulnerabilidad, donde las enfermedades van más allá de las fronteras nacionales de los países, globalizándose los riesgos para la salud, el nivel subregional, vinculado a iniciativas de integración, presenta grandes oportunidades para la cooperación en salud.
Adaptado de Pablo Marchiori Buss; Sebastián Tobar Cadernos de Saúde Pública, 36(4), 22 de abril de 2020
“…o ver deteriorarse todavía más la situación” (segundo párrafo). “Todavía más” puede ser reemplazada en el texto, sin cambio de sentido, por:
1) aún más
2) sobre todo más
3) aunque más
4) mientras más
5) incluso más
Son correctas:
La administración en salud, componente de desarrollo de la salud pública
La salud pública como esfuerzo organizado de la sociedad y el estado por la salud, bienestar y la calidad de vida trasciende a los servicios de salud, razón por lo cual se hacen más complejos los procesos de conducción. Por lo tanto, se requiere dirigir con fundamentos científicos, con claridad de que la gerencia en salud o administración en salud es ciencia, además de técnica y arte y, sumado al nivel de integración externa del sector de la salud con otros sectores, es necesario considerar a la Intersectorialidad, componente político y tecnológico de la gerencia imprescindible para dar respuesta de solución a la determinación social de la salud.
El interpretar la importancia de la conducción de los sistemas de salud no ha sido fácil en el transitar de la historia, incluso se ha considerado a veces que la insostenibilidad de buenos sistemas de salud, o la imposibilidad de otros para alcanzar resultados de excelencia ha sido solo por carecer del dinero suficiente. La pregunta básica debiera estar orientada a explicarnos, qué estamos haciendo con el que tenemos pues no se trata de producir salud al precio que sea; lo que se requiere es hacer la mayor y mejor salud posible con los recursos que están a nuestra disposición. Esa correspondencia del saber hacer con los recursos disponibles requiere del dominio de la administración en salud.
Para que los sistemas de salud sean en realidad una inversión y no un gasto, es necesario resolver numerosos problemas de estrategias, organización, procesos, competencias profesionales, toma de decisiones, descentralización, capacidad de cambio y liderazgo, sin los cuales seguiremos apareciendo como los grandes gastadores y esa no es la idea. La razón de ser de la gerencia en salud es lograr crecer en calidad y oportunidad de hacer más y mejor salud empleando la menor cantidad de recursos posibles, para lo cual se dispone de los instrumentos y las tecnologías de cómo hacerlo. Si no se parte de esta concepción, cualquier sistema, por muy bueno que sea, corre el riesgo de perder sostenibilidad.
Dr. Pastor Castell-Florit Serrate. Rev.Cubana Salud Pública, v.43 n., ene.-mar. 2017
Las dificultades que, históricamente, ha sufrido el entendimiento de la importancia de la conducción de los sistemas de salud han sido:
1) la consideración de que son insostenibles los ya existentes.
2) la imposibilidad financiera de crear nuevos sistemas de salud.
3) la falta de intersectorialidad en la gestión.
4) la ausencia de una fundamentación científica en su implementación.
5) la concepción de que la administración de salud es tan solo un arte y una técnica.
Son correctas: